Historia de Paco Farero
Este fin de semana, aprovechando el taller que teníamos el sábado para AFCO en nightcolours, nos fuimos el viernes a visitar uno de esos lugares imprescindibles si te gusta la naturaleza en imágenes: el hayedo de Otzarreta, seguro que lo conocéis por la portada del libro de composición de José Benito. Pues nuestros amigos Patxi y Jorge nos acogieron de una forma ejemplar y nos enseñaron ésta y otras maravillas de su tierra.
Llevaba ya tiempo rumiando la fotografía, pero me faltaba el «bicho», hasta que hace unas semanas en una conversación cualquiera, mi mujer comentó algo de un búho disecado que tenía un familiar: ¿como no me lo has dicho?». Y es que hace unos meses vi una toma del gran Amadeo, fotógrafo al que admiro, el cual usaba una lechuza creo recordar, con la luna justo detrás, y me encantó la idea y quería tenerla (no tengo porqué esconder que no es idea mía).
Ya en el campo nos pusimos manos a la obra, Iván me iluminó la raíz y el búho chico con la mini-maglite, y yo hice el contra en el árbol y el relleno para ambientar el lugar con la misma linterna.
Los que me conocéis, sabéis lo que me gusta contar historias de abuelo cebolleta, y a raíz del titulo, se me vino a la cabeza lo que me ocurrió hará año y medio y no me he podido resistir a contároslo. Resulta que tras la exposición que realicé en un centro comercial (crónica), una persona me pone un mail interesándose por las fotografías, imaginaros que ilusión, me explica que tiene varias peluquerías de lujo en Madrid y que le gustaría llegar a un acuerdo conmigo. Quedamos en una de ellas, y la verdad, era cierto, los locales estaban geniales. Este hombre de unos 45 años, amable y educado, me comenta que le gustaría contar con mis fotos en dos de sus peluquerías, tenerlas colgadas en varias paredes, porque su idea de negocio y al público al que va dirigido es de clase alta que no lee las revistas del corazón (¿?) si no algo mas selecto (¿¿??), lo que me ofrece es exponerlas y que las ponga un precio, si se venden él no se llevaría nada, y si no se venden pues tras un tiempo expuestas regresan a mi casa.
Me pareció una persona fiable, quedé incluso otro día mas con él para que me enseñara la otra peluquería, ésta en el centro de Aravaca, grandísima y decorada con estilo. Como digo siempre «no risk no win», le hice unas plantillas de distribución de las fotografías en varias de sus paredes, imprimí y enmarque varias fotos para completar las series que ya tenía en la anterior expo (unos 200 euros mas). Le escribo el primero de los correos comentándole que ya tenía todo el material para colgar, no recibo respuesta, segundo correo tras una semana, no recibo respuesta, le llamo al móvil, no recibo respuesta, le vuelvo a llamar, no recibo respuesta, le dejo un mensaje y nada. Pasa casi un mes y vuelvo a intentar contactar con él llamando a las peluquerías, pero ninguna de las veces le localizo en ellas. Como comprenderéis, estaba mas quemado que el cenicero de un bingo, toda esa ilusión al traste y lo peor de todo, me sentía estafado. Pero….
Pero un día yendo a mi gimnasio en el coche, paso por delante de una de sus peluquerías y le veo allí, hablando con una de sus empleadas. Me paro, aparco y llamo a mi mujer: «Amor esto es injusto y no aguanto quedarme en el sofá recibiendo ostias, no soy asi.» «adelante, te quedarás mas tranquilo y será lo justo». Respiro, cojo el móvil y marco su número mientras le veo a unos 20 metros, desde dentro del coche, como mira la pantalla y se mete el móvil en el bolsillo.
No creais que no me costó salir y enfrentarme a la situación, pero si no lo hubiera hecho, lo tendría en mi cabeza durante mucho tiempo, y me pesaría como una losa. Llamo al timbre, levanta la mirada y me ve, traga saliva y no sabe que hacer, logra abrirme la puerta y me saluda afectuosamente con mi cara de sapo:
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Gabriel Glez.
pacofarero